No voy a entrar en patologías o disfuncionalidades, pues para eso ya existen otros profesionales más cualificados; me voy a ceñir a realidades vividas por muchos de nosotros, ante ciertos tipos de personalidades que, probablemente, hayamos tenido que compartir en nuestro ambiente laboral.
Tengo interés en hacer esta separación entre la vida privada y el trabajo, a pesar de defender hasta la saciedad que vida personal y laboral están unidas; la realidad es que existen decisiones que no son tan fáciles de llevar a cabo en nuestro mundo profesional.
En nuestra privada, si nos encontramos con personas que no concuerdan con nuestra forma de ver las cosas y, hablando claramente, “se nos cruzan” hasta el punto de no gustarnos en absoluto tenerlos cerca, tenemos potestad plena (en la mayoría de los casos) para abrir la puerta, invitarle a salir y cerrarla después con varios candados.
Pero en el mundo profesional ya es otro cantar.
Ya sea por tratarse de un cliente o de un compañero de trabajo, mantenerse al margen de alguien de nuestro entorno laboral con este perfil, puede acarrear algún disgusto que otro, si no se realiza con sumo cuidado.
Ser un poco narcisista o mirar, a veces, sólo para nuestro ombligo es bueno, a veces nos ayuda a querernos y a desarrollar un ego sano; pero hay personas que lo llevan a unos extremos completamente insufribles. Lo peor de estos casos, por eso dije al principio que no quiero entrar en patologías de ningún tipo, es que no se dan cuenta de su comportamiento. Además, es complicado explicar a estas personas lo que percibimos de ellas pues, probablemente, tengan una excusa para esa evolución de su comportamiento, la cual se habrá generado muchos años atrás.
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Sobreestimación de sus propias capacidades
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Falta total de empatía
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Necesidad constante de admiración
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“A mi me ha pasado mejor” (o peor)
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Exigir “urgencia” a todas sus peticiones
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Fantasías sobre sus logros pasados
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Falsa humildad
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Falsa tristeza o indignación
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Sentirse especial y con más éxito que los demás
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Querer cortar tu conversación para hablar de sus “éxitos”
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Etc…
No son muchas, lo reconozco, pero las hay. Y es muy difícil tener un trato normal con ellas, tan difícil como que, cualquier intento de acercamiento o conversación relacionada con solucionar ese comportamiento, causa un rechazo inmediato hacia nosotros, al sentirse atacados con nuestros comentarios.
Cuando estas personas representan una figura de poder, sin duda va a repercutir negativamente a lo que le rodea, sea persona, empresa o institución, salvo que esté muy bien “arropada”; aún así, es casi seguro que va a causar más mal que bien. Sobre todo en su equipo de trabajo.
Creo profundamente en las segundas y terceras oportunidades, pero sólo para personas que realmente intentan cambiar. ¿Cómo le explicas a alguien así, que necesita una modificación urgente de su comportamiento, sin que esa explicación origine un drama de película.
¿Existe solución?
Como decía una compañera mía hace años…. “Huye !!!! Lo más lejos y rápido que puedas!!!”
Cómo me reía yo con ella cuando me hacía estos comentarios, lo recuerdo con ternura; sin embargo, tenía razón. Aunque, como ya dije antes, en el terreno laboral no es tan fácil huir.
Sólo nos queda ser dueños de nuestros actos y de nuestros sentimientos, y ahí SÍ entra en juego mi campo de actuación:
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No permitir que nada nos altere
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Mantener el buen humor
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Luchar por una actitud positiva
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Intentar comprender que esa persona tiene un problem
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Buscar una explicación lógica a sus actos
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Darle una “referencia” de un buen profesional especializado en la materia que le ayude
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Cruzarnos lo menos posible con esa persona
Casi nada ¿verdad? Así de fácil y así de difícil
¿Alguna vez has tenido que trabajar con alguien de estas características?
¿Hubo solución al tema?

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José Ignacio Méndez