Decir públicamente que se es adicto puede generar rechazo, miedo o prejuicios en muchas personas. Pero la pregunta clave es: ¿a qué soy adicto? Porque no todas las adicciones son malas, y aquí estoy dispuesto a confesar las mías, con orgullo y sin intención de dejarlas.
Mis adicciones favoritas
Soy adicto a muchas cosas, tantas que ni un post entero bastaría para listarlas todas. Pero aquí van algunas de las más importantes:
• el sol que me calienta el alma
• la luz que da claridad a mis días
• la felicidad que encuentro en los pequeños detalles
• la comida, porque ¿quién no ama un buen plato?
• el amor, en todas sus formas
• la familia que me sostiene
• los amigos que me inspiran
• mi trabajo, que es mi pasión
• los besos que me llenan de vida
• las montañas que me conectan con la naturaleza
• el mar que me calma
• la música que mueve mi espíritu
Y muchas otras cosas que llenan mi vida de alegría, magia y plenitud.
Por qué no quiero dejar estas adicciones
Disfrutar de todo lo que compone nuestra existencia es un acto revolucionario en un mundo lleno de prisas y distracciones. Ser plenamente consciente de cada experiencia, sentirla con intensidad y valorarla como se merece, es una forma de vida que quiero practicar cada día.
Centrarse en lo que hacemos, incluso en lo más cotidiano, nos transforma. Piensa en la última vez que realmente disfrutaste una comida, un paseo o una conversación. Cuando te detienes y conectas con ese momento, todo cobra una dimensión distinta, más profunda, más auténtica.
La vida como un cúmulo de momentos
Es cierto que la vida trae problemas. Eso nadie lo discute. Pero si ponemos la lupa sobre todas esas pequeñas cosas buenas que ocurren a diario, nos damos cuenta de que, en el fondo, siempre hay algo por lo que sonreír.
La clave está en la actitud:
• abre tu mente: observa y valora lo que tienes frente a ti.
• siente lo que haces: pon atención plena en cada acción, desde beber un vaso de agua hasta abrazar a un ser querido.
• deja fluir los sentidos: saborea, escucha, observa, toca, huele. Vive cada experiencia al máximo.
¿el resultado? un cúmulo de sensaciones que te recordarán lo afortunado que eres por estar aquí y ahora.
El poder de una sonrisa
Una sonrisa, aunque parezca pequeña, puede ser el detonante de grandes cambios. No solo mejora tu día, sino también el de quienes te rodean. Es un lenguaje universal que no necesita traducción.
Además, ¿sabías que al sonreír el cerebro libera endorfinas? Es como un pequeño chute de felicidad natural. Por eso, busca motivos para sonreír: un recuerdo bonito, una canción que te encanta, o simplemente el hecho de estar vivo.
Sentir es estar seguro
Como decía John Ray: “ver es creer, pero sentir es estar seguro.”
Sentir lo que hacemos nos conecta de una manera mucho más profunda con nuestros actos. Cuando eres consciente y te permites disfrutar de cada momento, desaparece la duda. Sabes que estás viviendo de verdad.
Por eso, te invito a experimentar plenamente tus días:
• date permiso para disfrutar.
• aprecia los momentos simples.
• conviértete en el protagonista de tu propia historia.
Si no sabes por dónde empezar, aquí estoy para ayudarte. A veces, solo necesitamos una pequeña guía para encontrar el camino hacia el disfrute consciente.
Sé adicto a la vida
Vivir intensamente no significa llenar tu agenda hasta los topes ni perseguir constantemente metas inalcanzables. Se trata de hacer lo que te hace feliz, pero haciéndolo con consciencia.
• disfruta un paseo como si fuera el último.
• saborea tu comida con atención plena.
• agradece cada pequeño momento que te haga sonreír.
Mi invitación para ti
Hazte adicto a las cosas buenas. Llénate de esas “adicciones” que te suman, que te inspiran, que te dan razones para levantarte cada día. Porque, al final, eso es lo que realmente importa: vivir una vida que te haga sentir pleno, agradecido y feliz.
Vivamos intensamente. Que fluyan los sentidos, que dejemos de lado las preocupaciones innecesarias y que todos nos convirtamos en adictos a la vida. 😊

¿Te gusta lo que has leído? Compártelo para que más personas puedan leerlo
José Ignacio Méndez