incluso la gente que afirma que nosotros no podemos hacer nada para cambiar nuestro destino, mira antes de cruzar la calle
Hay quienes defienden la idea de que nuestro destino está marcado, que las circunstancias que nos rodean determinan nuestras vidas y que poco podemos hacer para cambiar el curso de los acontecimientos. A veces se oye eso de “lo que tenga que ser, será” o “todo está predestinado”. Sin embargo, hay una acción cotidiana que todos realizamos, incluso aquellos que creen firmemente en la inevitabilidad de su destino: mirar antes de cruzar la calle.
La paradoja del destino predeterminado
Cuando alguien dice que nada podemos hacer para cambiar nuestro destino, parece estar renunciando a cualquier tipo de control sobre su vida. Se rinde ante las situaciones y se deja llevar por la corriente. Pero si realmente creemos que no tenemos influencia sobre lo que nos pasa, ¿por qué tomamos decisiones que afectan directamente a nuestra seguridad, como detenernos a mirar a ambos lados antes de cruzar la calle?
Este simple acto demuestra que, aunque digamos que el destino está sellado, nuestras acciones cotidianas muestran lo contrario. Tomamos decisiones constantemente que influencian el curso de nuestra vida, aunque no se trate de grandes cambios. Mirar antes de cruzar es una forma de elegir el futuro inmediato, una acción que implica pensar en las consecuencias de lo que estamos a punto de hacer.
El control sobre lo que podemos cambiar
La vida no está regida por una única fuerza o un destino inmutable; más bien, es una mezcla de lo que está fuera de nuestro control y lo que sí podemos influir. Hay circunstancias que no podemos cambiar: nacemos en un lugar determinado, a veces enfrentamos situaciones familiares complicadas, o el clima no siempre está de nuestro lado. Sin embargo, la gran mayoría de las decisiones que tomamos cada día están en nuestras manos.
Es cierto que no podemos predecir el futuro, pero podemos prepararnos para enfrentarlo de la mejor manera posible. El simple acto de mirar antes de cruzar la calle es un ejemplo de cómo actuamos con consciencia, sabiendo que el destino puede ser incierto, pero que nuestras decisiones presentes pueden cambiar el curso de lo que está por venir. No es magia ni predestinación, sino acción y responsabilidad.
De la misma manera, en nuestras vidas cotidianas
Así como miramos antes de cruzar, podemos aplicar ese mismo principio en otras áreas de nuestra vida. Si creemos que nuestra situación actual es difícil, que nuestros sueños son inalcanzables o que las circunstancias no nos favorecen, aún podemos tomar decisiones que cambien la dirección de nuestra vida. Cada paso, por pequeño que sea, suma hacia el futuro que deseamos.
¿Te sientes atrapado en un trabajo que no te gusta? Da el primer paso hacia el cambio, tal vez formándote en algo que te apasione. ¿Sientes que tus relaciones no te aportan lo que necesitas? Hazte consciente de lo que quieres y establece límites. ¿Tienes miedo de comenzar algo nuevo? Hazlo, aunque sea con un pequeño paso, porque al igual que al mirar antes de cruzar, cada decisión tiene el poder de evitar lo inesperado y acercarte a lo que realmente deseas.
Del destino, entre lo inevitable y lo elegido
La vida es un juego entre lo inevitable y lo elegido. Lo inevitable son esas cosas que no podemos controlar: los accidentes, las sorpresas de la vida, las dificultades inesperadas. Pero lo elegido está en nuestras manos: la forma en que respondemos a esos eventos, cómo nos preparamos para lo desconocido y cómo decidimos actuar. Mirar antes de cruzar la calle es solo un reflejo de cómo nuestra capacidad de elegir, incluso en lo más simple, tiene un impacto en nuestro destino.
En definitiva, aunque algunas personas sostengan que no podemos hacer nada para cambiar nuestro destino, las pequeñas decisiones cotidianas, como mirar antes de cruzar, nos recuerdan que siempre tenemos el poder de elegir. Y, al final, son esas elecciones las que construyen el camino hacia donde realmente queremos llegar.

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José Ignacio Méndez